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Nosotros

Contaré brevemente una historia extensa que tiene más de 30 años de dedicación a este trabajo que amo y  que copa un interés que  he tenido siempre por el arte y por lo social:

Estudié Diseño Teatral en la Universidad de Chile en los 70’s.  Me casé muy joven, tuve a mi hija Natalia y me separé cuando ella tenía dos años. Por ese tiempo comencé a leer apasionadamente a Jung.  Sus libros serían  el impacto que me lanzó a las puertas secretas del mundo simbólico que había estado latiendo fuertemente en mi alma desde que tengo uso de razón.  Me volví a casar,  nació Paloma y luego Hugo que tiene la edad de mi profesión, ya que cuando él venía al mundo comencé a estudiar el Tarot, lo que significó una tremenda apertura de conciencia en mi vida. El Tarot fue mi gran maestro, que  me llevó a estudiar febrilmente muchos otros lenguajes simbólicos como la  Astrología, el Análisis de los Sueños, la Mitología, las religiones y más.  Así se abrió el mundo mágico, simbólico y mítico que me permitiría  desarrollar mi esencial interés por la sanación.  

 

Comenzó un viaje de búsqueda imparable y encontré a sanadores y curanderos que fueron maravillosos maestros: Adriana Manríquez  en Chile, Alejandro Jahuanchi  -gran chamán de la selva peruana-, Carlitos Said y Lorenzo en México.

 

Me fui a investigar  la Santería a Cuba y a Venezuela donde también aprendí de notables curanderos. Cada uno de ellos aportó algo especial a mi crecimiento espiritual y mi formación como sanadora.   La culminación de este camino fue en 1990, cuando  conocí a Alejandro Jodorowsky, a quién considero mi padre espiritual, gran maestro y amigo. Durante 25 años  trabajé y colaboré en sus talleres y en los increíbles Cabaret Místicos que realizamos en Santiago de Chile. Su creación terapéutica, la Psicomagia, fue la coagulación definitiva  de un largo viaje.  Desde ahí me defino como Psicomaga, o Curandera Urbana.

 

Sigo desarrollando mi trabajo con el Tarot, la Psicogenealogía y la Psicomagia en talleres grupales y en consultas personales que realizo en Chile y en muchos lugares del mundo.  Junto con esto he desarrollado un proyecto llamado PsicoTeatroMágico, una charla-taller que abre un espacio de sanación social en el teatro. En este contexto me acompañan actores y también alumnos para realizar ritos  y actos de sanación colectiva.  

Esta página tiene por finalidad difundir el trabajo que realiza Gabriela Rodríguez en Chile y en el mundo.

Mis Maestros

Maestros
ADRIANA DE MALLOCO

“Antes de hablar, siempre consulta a tu corazón”  esta frase de la curandera, vidente y gran sanadora chilena está impresa en mi alma.  Adriana de Malloco, ‘la Adrianita’ como le decíamos quienes tuvimos la suerte de estar cerca de ella,  fue una madre espiritual extraordinaria que me enseñó a sanar el cuerpo y el alma utilizando la energía del universo a través de las manos o aplicándola de manera específica para distintas enfermedades, arte que ella conocía con precisión y aplicaba con inmenso amor a miles de personas que la consultaron y vivieron sus sanaciones milagrosas.  Era un ser extraordinario, de gran sencillez, que conocía muy bien las leyes de la naturaleza cósmica y tenía una aguda percepción para detectar la raíz de los problemas humanos.  Una de las personas más despiertas e inteligentes que tuve el privilegio de encontrar en mi camino espiritual.  Soy eterna agradecida de haber sido su aprendiz, de haber estado cerca de ella, y de haber sido iniciada en su inmenso conocimiento natural.

ALEJANDRO JODOROWSKY

En 1990  supe que Alejandro Jodorowsky venía a Chile a lanzar su primer libro, El Loro de Siete Lenguas. En esos años Alejandro  no era mundialmente conocido como lo es  ahora.  Las referencias que yo tenía hasta ese momento eran las que escuché en mi  paso por la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile en los años ’70, que hablaban del gran artista que siendo muy joven dejó  una huella notable en el teatro chileno.  Cuando supe que durante los largos años que estuvo fuera del país se había convertido en El gran maestro del Tarot, tuve la certeza que debía conocer al Mago y lo soñé como mi maestro! 

Hoy digo que el Tarot y todos los Hados  se alinearon con mi deseo profundo, porque a partir de ese momento se concatenaron un sinnúmero de sincronías mágicas: “Cuando el discípulo está preparado, aparece el maestro” dice el budismo.  Me maravillo  agradeciendo infinitamente este encuentro esencial  que le dio sentido y luz a mis búsquedas.  Alejandro fue una escuela de vida y de permanente toma de consciencia para mí.   Su creación artística- terapéutica, la Psicomagia, me definió y ha sido la llave maestra que me ha permitido evolucionar aplicando la sanación.  El genio, la lucidez, el humor, y la intensa humanidad que expresa al artista y mago que es, han sido para mí  la expresión  sublime de la consciencia.  Durante 25 años realizamos talleres de Tarot y Psicomagia y luego los increíbles Cabaret Místicos  en Santiago de Chile, a los cuales asistían cerca de seis mil personas.

ALEJANDRO JAHUANCHI

Conocí a Alejandro Jahuanchi en Santiago.  La sintonía con él fue natural, su sonrisa, su voz y su acento tenían el encanto de lo auténtico y sus ojos la antigüedad del granito primordial. Descendiente de un antiguo linaje de curanderos de la etnia wachipairi, vivía en un poblado  de la selva peruana llamado  Pilcopata.  Allí daba clases en una escuela y servía a su comunidad como chamán (aunque él no usaba esa palabra.) Unos meses más tarde de haberlo conocido  me estaba embarcando rumbo a Cuzco para cruzar después en un camión grande y destartalado las altísimas montañas  de esa zona de Los Andes, que son el paso hacia la selva. Fue el primero de varios viajes que hice para verlo y trabajar con él.   Ahí en la reserva de biosfera del Manú estaba su casa y había creado el  centro de trabajo Wanamey, donde recibía a las personas más diversas  del mundo que venían a sanar en sus ceremonias con plantas medicinales y especialmente la planta madre.  De una  gran pureza y muy riguroso en su trabajo espiritual, el aprendizaje con él fue un largo entrenamiento para desarrollar los sentidos y conectar con los mundos sutiles en plena selva.  Así me fue trasmitiendo lo que él llamaba  ‘la concentración’,  con el objetivo de sanar en trance.  En ese par de años que compartí con Alejandro, yendo y viniendo entre Santiago y Pilcopata, viví la magia natural.  Alejandro murió el año 1998 en Cusco, de regreso de un viaje a Chile.  Sabio entre sabios,  dejó una impronta imborrable en mi alma que honro con admiración y amor.

LA INFLUENCIA DE CARL JUNG

Por ahí por la mitad de los 70’s, llegó a mis manos el libro de Jung “El Hombre y sus símbolos”  Ese fue el impacto que me lanzó a las puertas secretas del mundo simbólico que había estado latiendo fuertemente en mis venas desde que tengo uso de razón.  Comencé a leer apasionadamente a Jung y mi conexión con el mundo espiritual se activó, fue la felicidad para mi alma, sentí que ese mundo raro que me habitaba tenía sentido, era un descubrimiento magnífico que anclaba mis intuiciones y sueños.  

Desde ahí comencé a trabajar con mis sueños, los anotaba cada vez que despertaba  e  iba siguiendo sus huellas, que fueron las huellas que me ayudaron a despertar y relacionarme con el inconsciente.    Años más tarde tendría un par de encuentros con la sabia Lola Hoffman que trabajó con Jung y seguí profundizando en los talleres de interpretación de sueños que daba mi amigo Pedro Engel.   Fue una época riquísima de conexión profunda conmigo misma.  Mantengo esa práctica y conservo como tesoro esos cuadernos.

“Cuando trabajaba en mi árbol genealógico, entendí la extraña comunión del destino que me une a mis antepasados. Tuve el fuerte presentimiento de que estaba bajo la influencia de actos y problemas que quedaron incompletos, no resueltos por mis padres, mis abuelos, y mis otros antepasados. Tuve la impresión de que a menudo en la familia hay un Karma impersonal transmitido de padres a hijos. Siempre pensé que tenía que responder preguntas ya hechas a mis antepasados o que tenía que concluir, o continuar los problemas no resueltos previamente”
C. G. Jung

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